viernes, 19 de junio de 2009

Mañke Malén

Nació la madrugada en que más lloró el cielo. El pueblo mapuche contemplaba las nubes con tal asombro que no se podía esperar que llorase de pena. Todos sabían que nacería aquella madrugada, incluso su cielo.
Una pequeña de tez blanca. Y la noticia afectó a más de alguno que poco reconocía el color. Miraban sus manos y las juntaban con las diminutas manitas de la recién parida que imitación hacían al día y la noche ambas pieles mojadas con lluvia.
La primeriza madre poco interesada se mostraba frente al asunto, “hermosa está mi fóchëm.”, decía sonriendo mientras su frente aún sudada estaba por el cansancio del parto. Escasa sabiduría alcazaba para juzgar la piel de su crío, a sus veintidós años jamás le inculcaron la diferencia del blanco y el indígena, siendo entonces la pequeña entre sus brazos producto de un mestizaje que atesoraba como el más profundo recuerdo.
No volvió a verse más con el colonizador aquel. Luego de encontrarse uno de los libros del caballero fecundador el mismo día que lo vio partir, la analfabeta se rehusó a ignorar las letras e imaginó el día en que le mandase una carta a su amado. Aprendió a escribir “tomé”, “Majestad”, “esclavos”, “Indio” y juntó estas palabras en un papel que arrancó del mismo libro, pensando ingenuamente que podía redactar una carta con tan solo estas simples cuatro referencias, y sabiendo que las cartas se partían con una palabra y “dos puntos”, mandó la siguiente escritura al hombre:

Indio:
Esclavos tomé Majestad.


Años pasaron y más bella crecía la hija de tez blanca. Había aprendido a leer gracias a los textos que halló de su madre, que a diferencia de esta, poco tiempo tardó en comprenderlos. Enseñaba a los más pequeños las tácticas de escritura y virtud desempeñaba al hacerlo.
Mientras su madre pasaba sus días esperando a que el dueño de su corazón volviese por ella, aunque había días en que lo olvidaba.
Pronto se omitió la existente diferencia entre la piel de la muchacha y el resto, debido al sumo apego que mantuvo con la gente.

Pero una noche, la joven mestiza sin poder consumar el sueño, salió a caminar por las llanuras, encontrando allí un grupo de colonizadores.
- ¿Vos sois la que ha mandado el mensaje clave hace unos años? – Exclamaron los españoles, creyendo que la muchacha también lo era, debido a sus rasgos tan finos.- Hemos tardado en llegar, pero sabemos que tenéis esclavos.

Conocía la historia a la perfección; sabía de donde venían, sabía a donde iban y no les tenía miedo. Sacó con destreza la espada que tenía uno de los hombres en el cinturón y rápidamente se la clavó en el corazón. Los demás quedaron atónitos y comenzaron a atacarla. Ella intentó defenderse lo más que pudo, mas eran demasiados. “¡¡KUÑIWN!!”, exclamó a gritos como advertencia antes de morir.

El pueblo escuchó el alarido y logró escapar, memorando a aquel valiente personaje con el nombre de Mañke Malén; un cóndor blanco en la piel, más cubierto de un moreno sentimiento indígena. Un cóndor; rey de las aves que vuela a gran altura y reúne las virtudes necesarias de una vez: Kimche o persona sabia, Norche o persona que ama la justicia, Kümeche o persona bondadosa y Newenche persona poderosa o gobernante. Un cóndor que hoy en día se encuentra en extinción.
Aquella madrugada también llovió, pero esta vez de pena.

Tefi (:

Diccionario:
*fóchëm: Hijita (decir "hija" de manera muy afectuosa)
*kuñiwn: Peligro
*Mañke: Cóndor
*Malén: Jovencita, doncella, muchacha.

Comentario: Mañke Malén es el seudónimo que he utilizado para un concurso literario y lo amé tanto que decidí dedicarle su propio cuento. La cultura mapuche es hermosa, por eso escogí este nombre y porque creo que el cóndor y todo lo que conlleva su significado según ellos y mi propia interpretación, es un animal digno de seleccionar. Estoy orgullosa del pasado de mi tierra natal, Chile, y no solo de los Mapuches, si no que de todos los pueblos originarios, todo gracias a mi profe Dani. Besitos a todos.